sábado, 29 de junio de 2013

Decididos a todo... caminamos hacia Dios, abrazando el HOY...

Comentario EvDH 
Lc 9, 51-62 

El evangelio pareciera decir algo de Jesús que ya sabemos. Lo hemos oído cientos de veces durante la celebración de la Pascua. Jesús va camino hacia su Pascua.

"Como ya se acercaba el tiempo en que sería llevado al cielo, Jesús emprendió resueltamente el camino a Jerusalén."

Éste domingo, Lucas, comienza con un dato que podríamos interpretar como novedoso. Parece querer decirnos que Jesús abraza su cruz aún antes de que ella esté sobre sus hombros. Abraza lo que -ya sabe- está por venir. La Voluntad de su Padre es que Él salve al mundo y le reconcilie con Dios, y para ello debe ser crucificado, morir y resucitar al tercer día. Pero para Jesús es más que sólo el designio de su Padre. Hace suyo ese deseo de Dios y lo abraza y -dice Lucas- emprende su camino "resueltamente" hacia Jerusalén.

Va camino hacia el culmen de su vida, va a crucificar su humanidad para salvar la nuestra. Nadie más que él lo sabe con certeza. Los discípulos lo han escuchado hablar de éste momento, pero muy probablemente, sus amigos se niegan a creer que ello pueda ocurrir. Aún así Jesús sabe que se enfrenta "al momento más sublime y doloroso" de su vida. 
Sin embargo no deja de preparar los corazones de los discípulos llevándolo con Él. Este Maestro es tan delicado y atento, y ama de una manera tan radical, que aún cuando él mismo está camino a su cruz, piensa en sus amigos.  Todo el camino que recorren, es un camino de preparación para éstos pequeños hombres que son débiles y frágiles pero que aún así aman entrañablemente a su Maestro, puedan prepararse para el acontecimiento central de la vida de Cristo. Él lo sabe, por eso camina con ellos, y hace gestos y dice palabras que les ayuden a prepararse. 

Aparecen hombres buenos, quizás deslumbrados por la vida y el mensaje de éste "Hombre de Dios", y expresan que desean seguirle. Alguno se ofrece, otros son invitados. Sin embargo, ninguno de ellos se suma a la comunidad. 
¿Por qué?
Sencillamente porque ninguno acepta la cruz.  Quieren seguir al Señor, pero soslayando la dimensión de renuncia que tiene el seguimiento.



"Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre"... "Te seguiré, Señor, pero antes déjame despedirme de mi familia"... 

¿No son éstos acaso motivos válidos para todo ser humano bien nacido y bien educado..? ¿No nos suena violento el hecho de que Jesús exija una decisión tan radical, aún implicando ello darle la espalda a nuestros afectos primarios? 
Todo camino de seguimiento del Señor -tal como concebimos al cristianismo- es un éxodo permanente. Debemos caminar "sin prisa pero sin pausa" abandonando nuestras seguridades, por buenas que ellas sean. Incluso, aún cuando fueran santas seguridades... 
Despojados de toda seguridad y previsión, caminar libres HOY, haciendo que nuestra única seguridad sea Dios.
Impresionan la crudeza de las palabras de Jesús. Pero ¿no impresiona más aún caer en la cuenta de que el Señor dice todo esto, consciente de que camina hacia el momento más trágico y brutal que una persona puede vivir..? 
Aquí caemos en la cuenta que sus palabras tienen otro peso. No hay metáforas. Hay realidad, cruda y bruta. 
El Señor aclara cómo es su seguimiento... La cruz es parte del camino, y quien quiera evitarla, no está a la altura de la circunstancia y aún no ha comprendido qué es ser cristiano. O sencillamente no lo quiere ni lo acepta. 

La cruz no es primariamente sufrimiento o dolor. Es renuncia, negación a uno mismo. Es entrega desinteresada y radical a los demás. No estigmaticemos el sufrimiento, victimizándonos como si los cristianos fuéramos los que más sufrimos, o como si -peor aún- Jesús nos pidiera disposición a sufrir lo que nadie desea sufrir. Esto es posible como una gracia especialísima de Dios para algunos elegidos a quienes desea unirse de ese modo. Sin embargo, para el resto de los mortales abrazar la cruz es una decisión de vida cada día: vivir mi propia vida en clave de entrega a los demás, independientemente de que la valoren o no. Dar la vida es darla, no condicionarla a quién la reciba. Y este seguimiento al que el Señor nos invita, es para hacerlo HOY.  El único tiempo que Dios conoce es el presente. Un aquí-y-ahora centrados y empeñados en abrirnos al Amor de Dios que nos llama y nos invita a vivir nuestra vida en clave de entrega. Allí está la cruz. Renunciar a vivir sufriendo por el pasado que nos duele, o ilusionados por el futuro que ha de venir...¡NO! Seguir a Cristo hoy, es el desafío de vivir cristianamente.

Finalmente el Evangelio de este domingo nos regala dos semblanzas. 
Cada una de ellas, muestra un tipo distinto de discipulado. 
Los que lo siguen (apasionados, más o menos inconscientes, decididos, limitados y hasta un poco engreídos quizás) y aquellos que desean de corazón seguirle, pero que aún están tan centrados en sí mismos, que necesitan tiempo para mejorar su situación y su vida, o terminar de ordenarla, y recién allí seguirle. 
Los primeros son pecadores, pero caminan con decisión porque han podido dar el salto de Fe y mirar a Dios -y no confiar en sus propias fuerzas ni desconfiar de sus pecados del que son conscientes-, y así sólo confiar en Él.
Los segundos deben haber sido hombres honestos y buenos, pero en definitiva temerosos y egocéntricos. No pudieron ver más que sus necesidades

"Dios no llama a los capaces, sino que capacita a los que llama" profería una mujer de Dios.... 
¡Y cuánta verdad en estas palabras...!

Reconozcámonos como lo que somos: pecadores, frágiles y pobres necesitados de la Gracia de Dios. Pero así y todo, hombres y mujeres de fe, decididos a caminar en docilidad al Espíritu Santo para abrazar -como Jesús- el Designio de Dios para nuestras vidas, "crucificándonos" cada día a través de la entrega sincera, desinteresada, en el servicio a los que más nos necesitan, perdonando, y  dándonos sin pensar en lo frágiles que somos (aunque ésta sea una realidad que nos golpea).

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